viernes, 6 de mayo de 2011

LOS ANIMALES: ESOS SERES VIVOS QUE AVASALLAMOS




       Los animales, esa especie que convive con nosotros en este planeta que compartimos y del que a veces, nos creemos los únicos dueños y señores.

       Uno de los valores más preciados en el ser humano es la libertad. De hecho, cuando nos saltamos las reglas, delinquimos, etc.. el castigo, es la privación de nuestro más preciado bien: la libertad.

       Ahora bien, me pregunto yo: "¿qué han hecho, por ejemplo, los pájaros para que sean encarcelados?, ¿cuál es su delito?, ¿resultarnos hermosos, qué nos fascine su "canto"?
¿Con qué derecho privamos a un animal y más en el caso de los pájaros, nacidos para ser libres, de su más preciado bien? Un animal, concebido para volar, surcar el cielo a su antojo, ¿te has parado a pensarlo? ¿Acaso nos fascina tanto su libertad, que se la arrebatamos?

       Siempre he pensado que la empatía hace mejores a las personas, el intentar ponerse en el lugar del otro, pero claro, se nos olvida aplicar esta ley moral con el mundo animal.

       Yo suelo hacer la siguiente comparación: imagínate por un momento, un mundo donde existieran los gigantes y nosotros fuéramos para ellos de entre todas las especies de animales, una más. Que entretenidos iban a estar con nosotros: algunos saben cantar, otros bailan, otros hacen malabarismos varios, etc... ¿te gustaría ser su mascota, encerrado en una jaula?

       ¿Por qué no somos capaces de disfrutar de la belleza que nos rodea, sin sentir la necesidad de encerrarla egoístamente?

       Dale al animal, la libertad que se merece. Más aún cuando se trata de especies que no son ni serán, por más que queramos, animales de compañía. Que no están hechas para espacios cerrados y que en su hábitat campan a sus anchas.


Os presento a pistachito



Yo y mi originalidad a la hora de poner nombre, se lo puse porque era verde y me recordaba un pistacho. Este pájaro fue mascota de mi casa durante un tiempo, el que el quiso.

       Os cuento la historia: una mañana me disponía a poner la lavadora, como de costumbre, cuando cual fue mi sorpresa que al abrir la puerta de la cocina, vi algo en el tambor de la lavadora: ese algo era pistachito.
No abrí la puerta, por no asustarlo, me quedé observando a la vez que me preguntaba: ¿qué hace ese pájaro en la lavadora?
Yo no sé si hay pájaros mudos, pero yo creo que este lo era, pues nunca le escuchamos cantar o más bien trinar.

       Después de estar un rato observándole pensé que quizás tendría hambre, preparé un plato con comida.
Salí sigilosamente a la galería, para no asustarlo, pistachito me miraba quieto desde el tambor de la lavadora.
Le puse el plato en el suelo y me fui de nuevo a la cocina para seguir observándolo a través del cristal.
Pistachito bajó enseguida, confiado, al plato de comida y como veréis empezó a comer.




Estaba fascinada con mi visitante, el pájaro parecía tranquilo y relajado, desde luego no se le veía con intención de dar por terminada, de momento, su visita.


       Cuando vinieron mis hijas, les dije que no hicieran ruido para no asustarlo. Lo primero que me dijeron: "mami, ¿nos lo podemos quedar?" Mi respuesta: "no, los pájaros no son para estar en jaulas, pueden volar, si quiere quedarse que se quede y si quiere irse que se vaya."

       Y ahí estaba pistachito, en la galería, y yo sin poder poner la lavadora porque tenía miedo de asustarlo y que se fuera. En fin, la ropa podía esperar.
Llegó la tarde y viendo que no se iba decidí salir a poner la lavadora, debía seguir con mi rutina. Entré a la galería, despacio, mirándolo de reojo intentando aparentar que no le veía, no quería intimidarlo. El sin embargo no me quitaba ojo y seguía mis movimientos, dando saltos hacía el lado opuesto de donde yo me dirigía, pero no se iba.

       El día pasó entre idas y venidas al ventanal de toda la familia, para observar si seguía allí nuestro visitante.

       No sé por qué, pero decidió quedarse. Convirtió la galería en su hogar durante unos días, se confió, estaba a gusto, tanto que salíamos y entrábamos y como si nada. Hasta había elegido cama, debajo de la pila de la galería encima de un bote de pintura.

       Pensábamos que quizás estaba enfermo o se había lastimado y no podía volar, pues no entendíamos por qué no se iba y seguía con nosotros.

       De repente, un día, descubrimos que ya no estaba y la verdad me supo un poco mal, me había acostumbrado a verlo campar a sus anchas por la galería.
Pero para nuestra sorpresa ese no fue su adiós definitivo. Al día siguiente volvió y se quedó unos días más, quizás como muestra de agradecimiento, quizás porque había hecho de la galería su casa, su refugio, quizás para prepararnos para el adiós definitivo.

       Y este adiós llegó lógicamente. Yo creo que pistachito se quedó porque estaba enfermo y cuando sanó regreso a su hábitat, a surcar el cielo con sus alas, con los suyos.

       Nunca nos alegró con su canto, pues como dije antes creo que era mudo, pero sí con su presencia y su confianza y nosotros a cambio le dimos un hogar por unos días.

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