viernes, 9 de diciembre de 2011

Llámame codicia, mercados, banca....


       Mientras el mundo despertaba yo seguía sumida en mi dulce sueño, construyendo fortalezas aplastando debilidades.
He de decir que mi amiga la corrupción fue una gran aliada para llegar a la cumbre, también puso su granito de arena la ignorancia y una buena dosis de engaño.

Y fui poniendo naipe sobre naipe hasta rozar el cielo o el infierno, ese en el que algunos me sitúan, bah! da igual donde me pongan mientras mi tripa esté llena.                        

       Gente escrupulosa, con valores, me río desde mi trono, mientras vosotros mendigáis un poquito de dignidad, desde la pereza, tan bajito... ¿creéis que os oigo?
Es más, no me importa tu hambre, ni tu vida o muerte, ni tu mísera existencia de rodillas, pues es la que me permite a mí mantenerme en pie y erguida, observándote mientras suplicas unas migajas, lo que quiera darte.

       ¡Ay, infelices! Soñadores, gente pobre, gente con valores, podrás tener muchos pero no cotizan en bolsa, ¿te das cuenta qué no hablamos el mismo idioma?
 Mientras vosotros camináis y trabajáis para vivir yo cabalgo y vivo para extorsionaros.

       ¡Ay soñadores, idealistas, defensores de la igualdad! Mundo justo, mundo justo... el mundo está justo como yo lo quiero

       Y siguió soñando la avaricia en su castillo de cristal, que ella creía era un fortaleza.

Y esa pobre gente que sólo tenía valores, que además no cotizaban en bolsa, pero les hacía fuertes, empezaron a organizarse. Se sumaron los utópicos, los de abajo y los del medio y dejaron de quejarse bajito.
Armaron tanto ruido, tanta bulla, que la codicia por primera vez y por miedo a perderlo todo empezó a aflojar el saco de la avaricia.

Moraleja: la avaricia rompe el saco, pero no es la codicia quien lo agujerea, sino el hartazgo y el sentido común del que a costa de este se llena.
      

DESPIERTA